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Carta de Alberto - Locución Luis Larrodera

#Cartasdesdemicasa

Querido/a paciente:

 No sé quién serás, cómo te llamarás y cómo estarás, pero ojalá las líneas

que escribo a continuación sirvan de algo, te ayuden de alguna manera aun a

riesgo de ser iluso. Lo hago con el corazón en la mano y con mucho cariño.

Estoy convencido que tender la mano, sonreír aun sin saber si esa sonrisa le

llegará a alguien, vale la pena. Siempre vale la pena ayudar. A mí, en mi

día a día, hay gente que me ayuda y es genial. Me ayudan a cruzar la calle,

a subir al Metro, a hacer la compra... Y, por eso yo también quiero ayudar,

sentir que yo también puedo ayudar a alguien pese a mi ceguera.



Me llamo Alberto, soy ciego total y vivo solo pero, no por ello, dejo de

disfrutar de la vida en la medida de lo posible. Tengo 53 años y, nacido en

un pueblecito de Soria, el destino me trajo hasta esta ciudad tan acogedora,

llena de oportunidades y de retos, aunque también tan complicada, a veces.



Te podría contar algunas cosas sobre mi vida pero no quiero ser pesado. Sólo

te diré que soy un apasionado de la Cultura y especialmente de lo que tiene

que ver con la lectura y la escritura. Es más, trabajo en la promoción de la

lectura relacionada con personas ciegas.



 Y es que no hay duda de que leer nos ayuda a ser más felices. Con un libro

se puede viajar a mundos lejanos y exóticos, vivir experiencias maravillosas

o protagonizar grandes romances. Las palabras tejen historias de colores,

texturas y sonidos que, a través de la imaginación, cobran vida a nuestro

alcance incluso sin salir de casa, estando entre cuatro paredes de una

habitación de hospital o qué sé yo.



En fin, que si puedes abras las páginas de un libro, seguro que hay un libro

para ti que está esperando a que le dediques tu atención y él, a cambio, te

devolverá todo un mundo. . Ojalá puedas hacerlo y ojalá esto que te escribo

sea un estímulo para ti estos días.



Te envío mi sonrisa de aliento, mis palabras de corazón, mis deseos de luz,

paz y bien. El principito nos enseñó que lo esencial es invisible a los

ojos, que sólo se ve bien con el corazón y, por eso, desde los ojos de mi

corazón, quiero verte sonreír aunque sólo sea un poquito nada más, sentir

que mis palabras son acariciadoras dándote esperanza y ánimos.







No te rindas nunca, siempre adelante. Merece la pena. Paz y bien.







Alberto.