Es una práctica común en la mayoría de las iglesias evangélicas de ofrecer a la gente, especialmente a la juventud, un máximo de entretenimiento y un mínimo de instrucción doctrinal seria. Apenas es posible en la mayoría de los lugares conseguir que alguien asista a una reunión donde la única atracción es Dios. No podemos menos que llegar a la conclusión que los que profesan ser hijos de Dios están aburridos con Él.