A veces sentimos que nuestras oraciones son tan pobres y carentes de entusiasmo, tanto que nos desesperamos y olvidamos que estamos delante del Señor. Dejamos de perseverar y llegamos a la conclusión de que Dios no nos escucha.
¿Pero cuando oraste la primera vez merecías ser escuchado?
¡La Oración es Gracia!