Uno de los milagros más grandiosos hechos por Cristo fue la sanidad de los ciegos. (Mateo 15:31; 21:14). Los Profetas y Apóstoles sanaron enfermos y resucitaron a los muertos, pero sólo Cristo dio vista a los ciegos. Esta era la señal del Mesías (Isaías 42: 7, Lucas 4 : 18, Mateo 11: 5), la señal de que Dios mismo había descendido para traer luz a los perdidos. (Isaías 29: 18-19; 35: 2, 5).