Podríamos llamar “Yamilenialismo” a la forma reformada clásica de entender el milenio (tema de Apocalipsis 20), tratando de explicarla de manera sencilla: El milenio YA ESTÁ AQUÍ. Los reformados no “negamos” el milenio, más bien afirmamos que el Reino milenial es real, glorioso, concreto, poderoso, presente… y ya está en marcha, porque comenzó cuando Cristo resucitó y “se sentó a la diestra de la Majestad” (Heb 1:3). Desde ese trono gobierna, no como príncipe en espera sino como Rey de reyes, mientras “debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Co 15:25).
1. UN MILENIO PRESENTE, NO UN FUTURO ESPECULATIVO
El Yamilenialismo no espera un reino intermedio más allá del horizonte histórico, ni un paraíso terrenal exclusivo para la nación de Israel. Si Cristo ya reina, esperar otro reinado sería como esperar que un león pida permiso para rugir. Jesús mismo afirma: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28:18). Toda significa toda; y “ahora” significa ahora. Por eso, la idea de un reino terrenal por venir, ya sea optimista (postmilenialismo) o étnicamente segmentado (premilenialismo), queda corta frente al testimonio del evangelio:
• El Reino llegó con Cristo (Mr 1:15).
• El Reino avanza por la proclamación (Mt 13).
• El Reino enfrenta y derrota a Satanás (Lc 11:20–22).
En otras palabras: no esperamos un milenio; lo estamos viviendo. Un milenio que no es una era de estadísticas triunfalistas ni de geopolítica celestial, sino el tiempo entre las dos venidas del Señor, donde Cristo reina desde el cielo, la Iglesia reina con Él real y actualmente (Ef 2:6) y el dragón ruge porque sabe que le queda “poco tiempo” (Ap 12:12).
2. UN REINO DINÁMICO, MISIONAL Y CÓSMICO
El Yamilenialismo afirma que Apocalipsis 20 no describe una utopía terrenal sino la dimensión real, actual y global del reinado de Cristo. Los que “vivieron y reinaron con Cristo” (Ap 20:4) son los santos, transformados por gracia, que pertenecen a “toda tribu, lengua, pueblo y nación” (Ap 5:9). No portan espadas revolucionarias ni despliegan estandartes étnicos; más bien sostienen el testimonio de Cristo, avanzan con la Palabra y resisten al dragón con la perseverancia de los santos (Ap 12:11; 14:12).
Si algunos siguen esperando un milenio donde por fin Cristo reine, quizá es porque aún no se han enterado de que Jesús ya derrotó a la serpiente en la cruz (Col 2:15). El Reino no esperó su turno: irrumpió cuando el Hijo del Hombre exhaló “Consumado es”.