Cada jueves después de Pentecostés la Iglesia celebra la fiesta de Jesucristo sumo y eterno sacerdote. Con esta fiesta se nos recuerda que ante Dios tenemos un intercesor que conoce perfectamente nuestra necesidades y la manera de cómo presentarlas a Dios, precisamente porque en Él se unen la naturaleza divina con la humana. Asimismo se nos recuerda que nuestra misión es reproducir los mismos sentimientos y actitudes de Cristo para salvación nuestra y de nuestros hermanos.