Pues yo encontré esa “hora mágica” que es sólo mía. Esos sesenta minutos maravillosos en que el tiempo es mío y sólo mío. Ese momento en que todavía mis hijos y mi esposo están durmiendo, mis tortugas y mis perros todavía no dan lata ni piden comida, el celular no suena, y nadie viene a tocar a la puerta.