Son muchas las razones por las que muchos cristianos se llenan de temor y ansiedad. Los creyentes conocemos nuestras propias debilidades y limitaciones, así como la hostilidad del mundo a nuestro alrededor; estamos tan frecuentemente tentados a desmayar y a abandonar la lucha, que nos preguntamos si podremos perseverar corriendo la carrera hasta el final. Es en momentos como esos cuando necesitamos las palabras de aliento que encontramos en 1 Pedro 5:10–11.