No te compares con nadie; aunque te veas débil y sin fuerzas eres un ungido(a) del Señor. Necesitas recuperar tu identidad, esa identidad que el enemigo te quiere robar en medio de las dificultades. No actúes según tu propia percepción, párate y mírate como Dios te ve. A pesar de tus circunstancias eres hijo, heredero, y tienes al Espíritu Santo dentro de ti.