Las expectativas sobre nosotros mismos pueden ser, más allá de altas o bajas, poco realistas. En nuestra búsqueda por recibir la atención que deseamos y un status privilegiado en nuestro contexto, muchas veces nos exigimos ser una versión de nosotros que puede llegar a anular lo que realmente somos. En estos días, en los que no podemos saber para dónde vamos individual o colectivamente, es normal que nuestra mente lance proyecciones a futuro, ideas que en lugar de ayudarnos a estar en paz, alimentan ciclos de ansiedad: de pronto estamos sumergidos, soñando un futuro aún inexistente.