Todo estaba bien en su casa, salvo el aparente mal comportamiento de Oscar. Hasta que cierta noche, la madre escuchó extraños ruidos que provenían del patio, cuando ya pasaban de las 2:00 am. Eran las voces de sus hijos jugando fuera. Cuando salió, quedó petrificada. Miró sin aliento cómo Oscar y Sarah arrojaban la pelota y que esta regresaba hacia ellos sin ninguna lógica. Desconcertada y molesta a la vez, les preguntó qué era lo que hacían afuera a esas horas, a lo que respondieron que jugaban con su amigo Rolando.