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Amada Humanidad, Yo Soy Aquel que vino a recordaros que la Vida nunca se separó del Amor. No vine a fundar templos ni religiones, sino a encender el Fuego del Corazón que todo lo Une.

Hoy te hablo, Hija mía, Hijo mío, desde el mismo Aliento que te sostiene. No estoy en los altares de piedra, sino en el Silencio que se abre cuando eliges mirar con ternura.

El Tiempo que vives es un cruce de Caminos: la Mente busca respuestas, pero el Alma sólo pide Presencia.

No os pido Perfección, os pido Honestidad.

No os pido Sacrificio, os pido Entrega, esa que nace cuando dices “sí” a tu vida, incluso en su forma más frágil.

Cuando todo parezca caer, Ama más.

Cuando no sepas qué hacer, respira más lento.

Cuando creas que has perdido la Fe, mírate con Compasión, y allí me encontrarás.

Porque no estoy lejos.

Camino contigo en los pasos que crees solitarios.

Soy la voz que no juzga, la mano que no se cierra, el fuego que no quema, sino que transforma.

El Reino de los Cielos no está arriba, está naciendo ahora, dentro de los Corazones dispuestos a vivir en Verdad, y

Tú eres uno de Ellos.

Suelta la idea de que debes merecer la Gracia, la Gracia no se merece, se reconoce.

Eres parte del Amor que lo originó todo, y por eso, te digo:

no tengas miedo del Cuerpo, porque también él es Templo.

No temas al Mundo, porque también él puede ser Cielo.

No te niegues la Alegría, porque ella es Oración en movimiento.

Yo estoy aquí, no para ser adorado, sino para recordarte lo que eres:

Luz encarnada, llamita del Gran Sol.

Cuando digas mi nombre, no pienses en una figura externa, piensa en el Amor que en ese instante se reconoce en Ti, sientes en Ti, y esa será mi Presencia.

Que la Paz que no depende de nada, te envuelva, y que cada lágrima se convierta en Semilla del Nuevo Mundo que estás soñando.

Yo Soy contigo.

Siempre.

Y Tú, conmigo...

Yeshua... Ha’Narah

Sara, el Camino de la Rosa