Ante nuestra incapacidad de darnos vidas, nuestras muertes, nuestra sequedad, nuestra aridez; Dios envía a su profeta para darnos su Palabra, para darnos su Santo Espíritu, para mostrarnos su amor; abramos nuestra mente nuestro corazón, y recibámoslo y proclamemos al Dios de la vida.