Hoy la Palabra nos confronta con una denuncia directa: el pueblo ha reconstruido sus casas, pero ha descuidado la Casa del Señor.
El profeta Ageo llama a revisar el corazón, a mirar las consecuencias del olvido espiritual y a retomar la obra que da sentido a todo lo demás.
La Palabra enseña a administrar con fidelidad, y eso incluye poner a Dios en el centro de nuestras prioridades.