Dios, nuestro Señor, nos hace recordar que somos peregrinos, que somos también sus embajadores en medio de un mundo lleno de lobos, pero Él nos garantiza que nos acompañará siempre; nos asegura su fidelidad a la alianza y que sigue teniendo proyectos con cada uno de nosotros; nos invita también, a hacer el bien, apartarnos del mal y hacer que Él sea nuestra delicia.