Trotamundos a manivela; desparramaban melodías, recuerdos y añoranzas a su paso, además de fantasía con monitos amaestrados y cotorritas que vaticinaban la suerte en papelitos de colores. Los organitos y sus organilleros, esos tozudos gringos italianos empecinados en patear las calles de Buenos Aires, aún con el desinterés y los contratiempos burocráticos que llegaron a calificarlos en ordenanzas de mendicidad y vagabundeo.
Lo invito a escuchar por primera vez, o tal vez de nuevo, esas magníficas notas de metal y viento que siguen siendo eco de nuestros ancestros.