Si bien se dice que todos las religiones conducen a Dios, el único acceso al Dios verdadero es Jesús (Juan 14.6). Así lo estableció Jesús, el autor y consumado de fe (Heb. 12.2), quien dejó su trono de gloria para nuestra salvación. No hay salvación en nadie más que que en Él (Is. 43.11) y quien a su vez nos hace participantes de la naturaleza divina (2 Ped. 1:4). Nosotros podemos amarlo porque El nos amó primero (1Jn 4.19)
Dios de bendiga.