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“El círculo del 99”iv
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que
como todo sirviente de rey triste, era muy feliz.
Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertar
al rey contando y tarareando alegres canciones de juglares.
Una gran sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud
para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día, el rey lo mandó a llamar.
- “Paje”, le dijo, “¿cuál es el secreto?”
- “¿Qué secreto, Majestad?”
- “¿Cuál es el secreto de tu alegría?”
- “No hay ningún secreto, Alteza.”
- “No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por
ofensas menores que una mentira.”
- “No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.” - “¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿por qué?”
- “Majestad, no tengo razones para estar triste. Su alteza me
honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos
viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en
cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos…
¿cómo no estar feliz?.”
- “Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar”, dijo el rey. “Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.”
- “Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más
que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...”
- “Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!”
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el
paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y
alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se
calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
- “¿Por qué él es feliz?”
- “Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.”
- “¿Fuera del círculo?”
- “Así es.”
- “¿Y eso es lo que lo hace feliz?”
- “No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.”
- “A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.”
- “Así es.”
- “Y él no está.”
- “Así es.”
- “¿Y cómo salió?”
- “¡Nunca entró!”
- “¿Qué círculo es ese?”
- “El círculo del 99.”
- “Verdaderamente, no te entiendo nada.”

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- “La única manera para que entendieras, sería mostrártelo
en los hechos.”
- “¿Cómo?”
- “Haciendo entrar a tu paje en el círculo.”
- “Eso, obliguémoslo a entrar.”
- “No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el
círculo.”
- “Entonces habrá que engañarlo.”
- “No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él
entrará solito, solito…”
- “¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?”
- “Sí, se dará cuenta.”
- “Entonces no entrará.”
- “No lo podrá evitar.”
- “¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en
él y no podrá salir?”
- “Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente
sirviente para poder entender la estructura del círculo?”
- “Sí.”
- “Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni
una menos. ¡99!”
- “¿Qué más? ¿Llevo guardias por si acaso?”
- “Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.”
- “Hasta la noche.”
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.
Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el
hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
ESTE TESORO ES TUYO. ES EL PREMIO POR SER UN
BUEN HOMBRE. DISFRÚTALO Y NO CUENTES A NADIE
CÓMO LO ENCONTRASTE.

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Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente,
golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás
de unas matas lo que sucedía. (El capítulo por escrito lo publicaré mediante el blog Creando Éxito juntos, ya que por el tamaño no se puede por aquí)