Emilio Lozoya es un pillo. Lo he dicho y se prueba en su expediente.
Lo que busca es salvar el pellejo de su esposa, madre y claro, el suyo propio.
El gobernador de Querétaro, Pancho Domínguez tuvo razón en una cosa en su discurso durante la mañanera del miércoles: el nombre de Lozoya no vale nada. Su palabra, menos.
Lo que Pancho no dijo -no hacía falta que lo dijera- era el pavor, el miedo que lo invade.
El gobernador de ese estado -que de priista se convirtió en panista y será morenista pronto- no dijo es que tiene pavor.
Lo decían sus ojos rojos, de horas sin dormir.
Su azorada expresión.
Su titubeante discurso.
Pobre. Lo cacharon con las manos en la masa.