Feministas toman el congreso.
Feministas pintan fachada de la Fiscalía General de Justicia.
Feministas colocan mantas en las rejas de la catedral.
Y nada de eso es demasiado.
Ninguna pinta o vidrio roto es más grave que la violencia simulada, “bajita la mano”, las insinuaciones y los obstáculos que hombres imponen a mujeres.
Ninguna de las expresiones aguerridas en contra de la violencia y los feminicidios es demasiado para recordar el hartazgo social.
Porque cada mujer que es ultimada por su concubino tiene detrás una vida, familia, un pasado y un futuro trunco.
