Hay una tendencia algo perniciosa que hemos percibido entre los cristianos de hoy; nos referimos a la novedosa costumbre de “declarar”, en oración situaciones que nos favorecen, como si el hecho de hacerlo así fuese una garantía suprema de que, en efecto va a ocurrir. El problema con esa postura es que refleja un desconocimiento de cómo es que Dios se comporta.