La meritocracia nació como promesa de ascenso social, pero en un mundo desigual terminó siendo tiranía.
Hoy, muchos jóvenes criados en la abundancia descubren que no podrán igualar a sus padres, y la competencia excesiva alimenta frustración y resentimiento. No es la falta de movilidad ascendente la gran amenaza, sino el miedo al descenso.
📰 Mi columna en EL FINANCIERO