El regreso a la oficina se ha convertido en el nuevo dogma empresarial. Se argumenta que la cultura se enfría, que la colaboración exige presencialidad, que la productividad peligra. Pero la evidencia muestra algo distinto: no es cuestión de ubicación, sino de confianza y de un diseño organizacional sólido.
Lo híbrido no es para todos, pero imponerlo por decreto tampoco funciona.
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