Hoy, especialmente, la frase que nos revela que el espíritu angustiado será cambiado por manto de alegría, tiene un significado especial para mí. Jesús trajo consuelo al alma abatida por la angustia. Nos mostró que la verdadera sanidad de nuestro espíritu no consiste en la ausencia de angustia, sino en la presencia de Dios en medio de esa angustia. Cuando nuestro espíritu se eleva en una oración, podemos comprobar, en nuestra propia alma, que esa sensación silenciosa que va carcomiendo nuestro ser interior, comienza a desvanecerse para convertirse en paz, una profunda paz que produce en nosotros la alegría de vivir.