El propósito de vida es más que un simple objetivo; es una dirección trascendental que da sentido y plenitud a nuestra existencia. Revaluar y refrescar nuestro propósito no es solo una necesidad, sino un acto de sabiduría. Es vital abrirnos al cambio y redescubrir lo que Dios desea para nosotros en cada temporada de nuestra vida.
Dios a través del profeta Jeremías (29:11) nos revela un versículo que se convierte en el fundamento de una vida con propósito: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Dios siempre tiene para nosotros pensamientos de bien. Nuestra vida no es un hecho al azar; Dios nos ha creado con el propósito universal de tener comunión con Él. Y con un propósito personal, específico, para cada uno, cuyo fin ulterior es darle gloria a su nombre y revestirnos del carácter de Cristo.