Con la precisión de quien supo de mundos, Alberto Gerchunoff designó a la Selva de Montiel como una geografía de la fábula. Cantada, relatada y poetizada hasta lo más alto de la literatura nacional por aquellos insignes que lo supieron, desde Martiniano Leguizamón a Juan L. Ortíz, nunca tuvo para si es especifico género de la fábula, y en este libro de póstuma edición, Juan Carlos Alsina la hace. Fábula moral, como la mayoría de las fabulas, esta habla de nosotros, de los exilios del país inferior y de las inclemencias de los espejismos, que son al fin y al cabo espejismo. Atravesado de consignas de otro tiempo, no dejan por ello de alcanzar instantes de una serena belleza, que sigue siendo actual por esperanzadas y por buenas. Y si así no fuera, por dar cuenta de quien aprendió mirando y diciendo los vuelos y el canto de sus aprendizajes. Este hornerito rebelde, nos devuelve a través de sus viajes y sus diálogos aun sitio inevitable: la propia casa, inclusive la del lenguaje, que solo se adquiere regresando al propio barro y a los charcos propios, después de haber conocido todos los pájaros; que van y vienen por estas páginas. Fabula o recurso estilístico, Juan Carlos Alsina, nos deja en este libro su moral de sentir la tierra y su más alta e íntima voz, expuesta de otro modo. Con primorosas ilustraciones de Luciano Barreto desde una nueva generación, esta colección devuelve junto a y a los suyos, un rayo que faltaba: el que reúne.
