El aprender a disfrutar no tiene que ver con las posesiones ni con las riquezas, ni tampoco con el compañerismo, la popularidad y la fama, ni con la aprobación y la admiración de otras personas. El aprender a disfrutar tiene que ver con conocer al Dios viviente y recibir todo de Su mano con gratitud, ya sea dolor o placer. Ese es el don de Dios, y esa es la lección de este gran libro.