Mi Cumpleaños
Recuerdo que por muchos años, el día de mi Cumpleaños, era un día bastante estresante para mi.
Primero, porque mi expectativa, era que ese día tenia que estar feliz, ¡¡¡por supuesto!!! Era mi Cumpleaños.Segundo, sentía que las otras personas esperaban que también estuviera feliz.
Y claro, como no iba a estar feliz, es un día que recibo atención del mundo que me rodea y recibo cosas maravillosas: mensajes de felicitación, palabras de cariño, regalos, celebración. ¿Que mas podía pedir?
Sin embargo, lo que pasaba dentro de mi, era distinto a lo que transcurría afuera. El día de mi cumpleaños sentía una enorme ansiedad, sentía en mi corazón un torbellino que no lograba descifrar.
Quería agradar a las personas que se acordaban de mi, sentía la obligación de sonreír todo el tiempo para demostrar lo feliz que estaba, cada regalo me tenia que gustar, cada mensaje de Facebook tenia que responderlo en forma personalizada. Había establecido en mi mente que, si iba a recibir afecto, tendría que responder adecuadamente a las expectativas de aquellos que me lo entregaban.
El agotamiento que sentía era tal, que pasaba muchos momentos deseando que el dia terminara para volver a la normalidad, la falta de coherencia de lo interno con lo externo drenaba toda mi energía.
Esta contradicción, empezó a cambiar el día que entendí el papel que las emociones juegan en nuestra vida.
Anestesia Emocional
Muchos de nosotros, tenemos una historia de desconexión con nuestro mundo
emocional, esto se debe a que hicimos parte de un momento histórico donde las emociones fueron negadas, suprimidas y disminuidas. Muchas emociones eran consideradas “malas”, “innecesarias”, “incomodas”. Muchos de nosotros fuimos educados con frases como estas:
No llores hijo, no vale la pena.
¡Eso es una bobada, no deberías tener miedo!
Si estas tan enojado, te vas de aquí.
Llorar es cosa de bebes, cállate.
Ante esto, el camino a seguir fue continuar con nuestras vidas, pero desconectados de lo que sentíamos. Se produjo en nosotros una anestesia emocional, nos convertimos en seres funcionales, capaces de operar en este mundo, pero incapaces de tocar nuestro mundo emocional.