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Erase una vez, en un reino muy muy, lejano un Rey pidió a sus sabios una frase corta que pudiera servirle en cualquier situación, que sirviera cuando estuviera desesperado o en victoria, en felicidad o en tristeza, cuando fuera el primero o el último, adicionalmente, que pudiera colocarlo debajo del diamante de su anillo.
Después de varios días los sabios se dieron por vencidos, sin embargo, uno de los siervos más antiguos del reino, quien había servido al padre del Rey le dijo q él tenía una frase q había recibido de un maestro sabio muchos años atrás y que cumplía con los requisitos del Rey. Asi q el Rey acepta y sin ver la frase la guarda debajo de la piedra de su anillo.
Pasan los años y el reino muy muy lejano es invadido y el Rey tiene que huir para salvar su vida, se encuentra acorralado en una cueva obscura, húmeda, fría y sin nadie a quien acudir, pasa días escondido y está muy débil por falta de alimento. Escucha voces a lo lejos y caballos fuera de la cueva, piensa que son los enemigos y se dispone a quitarse la vida apoyándose sobre su espada, en ese momento ve su anillo real y recuerda el mensaje allí guardado, quita el diamante del anillo y lee el mensaje, el cual es tan poderoso que por un segundo todo queda en silencio, se llena de paz su corazón y su mente se aclara, decide esperar y desaparece esa sensación de desespero, impotencia, ansiedad y no se quita la vida…
Años después el Rey vuelve a sentarse en el trono de muy muy lejano, hace una gran fiesta de celebración de siete días, mucha alegria, euforia y regocijo… en lo mejor de la celebración el Rey se acuerda del mensaje en su anillo y una vez más quita la piedra y lo lee, esa misma sensación de silencio, de paz en su corazón y pensar claramente llega de nuevo, y en medio del baile el orgullo y el ego de haber vuelto al reinado tambien desaparecen.
El mensaje en el anillo del Rey era “Esto también Pasará”.
El sabio Salomón nos dice que hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad. Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar. Un tiempo para matar y un tiempo para sanar. Un tiempo para derribar y un tiempo para construir. Un tiempo para llorar y un tiempo para reír. Un tiempo para entristecerse y un tiempo para bailar. Un tiempo para esparcir y un tiempo para juntar. Un tiempo para abrazarse y un tiempo para apartarse. Un tiempo para buscar y un tiempo para dejar de buscar. Un tiempo para guardar y un tiempo para botar. Un tiempo para rasgar y un tiempo para remendar. Un tiempo para callar y un tiempo para hablar. Un tiempo para amar y un tiempo para odiar. Un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz.
La verdad es que Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado y no hay nada mejor que alegrarse y disfrutar de la vida mientras podamos. La vida se conforma de momentos, temporadas o ciclos. Debemos saber sobre la temporalidad de la vida, la fragilidad de las emociones, lo q hoy es, mañana no es, lo bien o mal q me siento hoy durará por hoy, mañana puede q ya no me sienta igual, por lo tanto, hay q dejar q las situaciones fluyan, hay q soltar, aceptar q la vida tiene una parte “injusta” y q no todo está en mi control, q debo aprender a esperar q las temporadas pasen, q una vez yo haya hecho mi parte humana y todo siga igual o peor, lo mejor es saber q Dios está en control y “Esto también pasará”.