Mientras que el pasado muchas veces se representa como aquello museificado, viejo y lleno de polvo, Bayer vuelve con su paso cansino a señalarnos que cada plaza, cada nombre de calle y cada estatua es el pasado que nos bombardea; vuelve a contarnos que no están ahí por casualidad, sino porque fueron fruto de distintas relaciones de poder. Y nos anima a despabilarnos y a recordarnos para transformar.