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Les ha llegado el agua al cuello? ¿han sentido en algún momento que la presencia de Dios los ha abandonado o han pensado que están muy lejos de la presencia ayudadora de Dios?

A Jonás le llegó el agua al cuello al caer al mar embravecido que se tornó tranquilo cuando tragó al profeta. Jonas sintió que la presencia De Dios ya no estaba con él, tocó fondo es llegar al punto más grave, tocar el límite de la sobrevivencia, estar a punto de morir. Así sufrió Jonás su descenso al fondo del mar Mediterraneo.

Luego de caer al mar el Señor envió un pez gigantesco para que se lo tragase y estuvo tres días y tres noches dentro del vientre del pez encerrado. El profeta angustiado clamó al Señor, se sintió sólo sin la presencia de Dios, como prisionero en el vientre del pez. El Señor escuchó su clamor y la oración de Jonás.

¿Tendrá Dios un propósito al hacernos sufrir de tal forma? Nada ni nadie está fuera de su dominio. El propósito del Señor con el profeta Jonás cuál fue?. Dios le había ordenado a Jonás que fuera a Nínive, pero se negó a obedecer su mandato y huyó a Tarsis, una ciudad en dirección opuesta. El Señor a quien el mar y el viento le obedecen, acorraló a Jonás para enseñarle quién manda!.

Otro hombre que pretendió oponerse al Señor y su obra, era Saulo de Tarso, recorría las sinagogas buscando a los creyentes en Cristo para llevarlos preso a Jerusalén. Cerca de Damasco cuando cabalgaba una luz brilló a su alrededor y Saulo cayó al suelo y escuchó una voz que decía: “Saulo porqué me persigues?” y contestó. “Yo soy Jesús a quien tu persigues”. Levantándose perdió la vista durante tres días y Ananías fue a orar por Saulo y recobró la vista. Saulo aceptó al Señor y después empezó a proclamar que Jesús es el Hijo de Dios.

Jonás atrapado en la profundidad del mar reconoció al Señor como el único Dios que puede salvar y prometió obedecer la instrucción del Señor. Si Jonás hubiera escuchado al Señor desde el principio no hubiera pasado por todo esto, sin embargo el Señor da segundas oportunidades.

El Señor dió orden al pez de vomitar a Jonás en tierra firme. El llamado que Dios nos hace no lo podemos anular, es irrevocable. Dios nos está llamando ahora para reconocerle. ¿Quieres ser arrojado al mar y ser tragado por un pez o quedar sin vista durante tres días? Dios nos enseña a obedecerle y nos da segundas oportunidades.

Amén