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«El hombre tiene íntima necesidad de abrirse a la misericordia divina para ser

amado y comprendido pese a las debilidades de su naturaleza caída; necesita

estar firmemente convencido (…) de que Dios es un Padre lleno de bondad que

busca por todos los medios confortar, ayudar, hacer felices a sus hijos, a quienes

sigue con un amor infatigable, como si Él mismo no pudiera ser feliz si ellos no lo

son. El hombre, el más perverso, el más miserable y perdido, es amado con

ternura inmensa por Jesús; para cada hombre es padre y una tierna madre» (San

Juan Pablo II, Discurso, 22.XI.1981).

Nuestro Padre es así: está siempre preocupado de cada uno de sus hijos, busca por

todos los medios hacernos felices. Nos sigue con un amor infatigable. No deja de

ayudarnos en ningún momento. Es como si Él mismo no pudiera ser feliz si sus hijos no

lo son…

Necesitamos amar y sentirnos amados, pero tenemos la experiencia de que el amor de

las personas puede fallar. En cambio, el amor que Dios nos tiene no falla nunca.

«Estemos seguros y firmemente persuadidos de que Dios se preocupa

intensamente más de nuestra felicidad, de lo que nosotros podemos pretender y

desear» (S. Basilio).

Necesitamos sentirnos comprendidos y perdonados, pero ni los mejores amigos

comprenden y perdonan totalmente, ni pueden estar siempre preocupados de nuestra

felicidad. Solo Dios se preocupa continuamente, y más que nosotros mismos. Por eso,

todo lo que Él permite que nos suceda es para nuestra felicidad; quizá no siempre para

nuestro bienestar material –que es lo único que a veces tenemos en cuenta–, sino para

nuestra felicidad en la tierra y en el Cielo.

Dios está empeñado en hacernos felices, como si no pudiera ser feliz si nosotros no lo

somos, pero no confiamos en Él, y por eso llegamos a pensar que quiere amargarnos la

vida, porque permite cosas que nos disgustan, o no nos concede lo que le pedimos. No

entendemos que también eso es consecuencia de su Amor.

Hace algún tiempo, cayó en mis manos un libro titulado Él y yo, que ya he citado más

arriba. La autora es Gabrielle Bossis, una actriz y escritora francesa. En el libro se

recogen las locuciones que el Señor le iba transmitiendo. Frases sencillas, a veces

breves, a veces largas. Considero una gracia de Dios encontrar ese libro. El Señor le

dice que todo lo que nos pide es para hacernos felices:

«Ves, todo lo que pido a los hombres es para su felicidad. Pero ellos no lo

comprenden y Me tratan como a un Amo exigente. ¡A Mí, el más amante!

Cuánto agradezco a aquellos que Me consuelan de esta culpable incomprensión,

de su indiferencia y de su desprecio».

Dios es el gran incomprendido. Pensamos que es un amo exigente, pero es un Padre

tierno y cariñoso. Pensamos que quiere amargarnos la vida, pero todo lo hace para

nuestra felicidad.