Uno para el otro
Eso es lo que hacen los amigos: viven uno para el otro. Cada uno piensa y
busca lo mejor para el otro. Si uno tiene un amigo en la tierra que es así, que te dice:
“Uno para el otro”, entonces te conmueves, te entra por los ojos lo grande que es la
amistad, y te es más fácil vivirla con Cristo. La amistad humana es reflejo de la divina,
nos prepara y dispone para amar a Dios con amor de amistad. Porque es lo que Él
quiere. Es Él quien me dice: “Uno para el otro”.
Al oírlo me lleno de paz porque sé que tengo a mi lado al Dios infinitamente
poderoso y amante que está “por mí”, que mira “por mí”, que quiere el bien para mí.
¿A quién temeré?
Tú para mí, y yo para ti. Pero yo, Jesús, ¿qué bien te voy a dar que no tengas
ya? Y sin embargo, Tú necesitas mi amistad, mi ternura y mi cariño. Necesitas que yo
mire por tus intereses. Yo significo mucho para Ti. Me pides que te ayude a hacer feliz
al mundo entero. Confías en mí, que soy tu amigo, y por eso me pides que continúe en
la tierra tu misión de Salvador. Me pides que sea tus brazos, tu voz, tu sonrisa, tu
rostro.
Me ayuda mucho recordar la pequeña historia que sucedió en la ciudad
alemana de Münster, prácticamente destruida durante la segunda guerra mundial. En
los bombardeos del 30 de septiembre de 1944, el Cristo de la iglesia de St. Ludgero
perdió sus brazos. Cuando iniciaron la reconstrucción de la iglesia, los vecinos
encontraron el crucifijo entre los escombros. Algunos eran partidarios de volver a
colocar el mismo crucifijo –era muy antiguo y de gran valor–, restaurado con unos
brazos nuevos; a otros les parecía mejor encargar una réplica del antiguo. Por fin,
después de muchas deliberaciones, decidieron colocar la talla que siempre había
presidido el retablo, tal como había sido hallada, pero con la siguiente inscripción: «No
tengo otras manos más que las vuestras». Así se puede contemplar hoy sobre el altar.
Jesús, mi Amigo, confía tanto en mí que me dice: No tengo otras manos que
las tuyas, y quiero seguir trabajando en el mundo a través de ti, que eres mi amigo; no
tengo más voz que la tuya, y quiero seguir enseñando la Verdad a través de ti, que eres
mi amigo; no tengo más corazón que el tuyo, y quiero seguir tratando con cariño a
todos a través de ti, porque eres mi amigo… Somos uno para el otro.