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Leo estas palabras de Gabriel Marcel:

«Estar en el mundo quiere decir: ser querido por Dios».

Tendemos a pensar que primero llegamos al mundo y después comienza nuestra

relación con Dios. Pero no es así. Llegamos a este mundo porque Dios ha pensado en

nosotros y nos ha querido desde toda la eternidad, a cada uno, a mí, con mi nombre y

apellidos; y en un momento de la historia, me pone en esta tierra a través de mis

padres.

Dios me ha querido, me quiere y me querrá siempre. Por eso, estar aquí, en el mundo,

significa que Dios me está queriendo.

Me está queriendo con un amor personal: a mí, como si fuese su único hijo.

Me está queriendo con un amor incondicional: no necesito hacer nada para que me

quiera.

Me está queriendo con un amor que pide amor como respuesta: amor con amor se

paga.

¿Cuántos conocen esta verdad? Me da pena pensar que muchas personas no saben

que respiran porque son queridas por Dios. Viven como si Dios no existiera. Viven sin

un amor de verdad, el único que puede llenar sus ansias de ser amadas. Si supieran

que están siendo amadas por Dios, su vida cambiaría, serían felices, dejarían de buscar

la felicidad en las charcas y se perderían en el mar del amor infinito.

Señor, deseo que todo el mundo te conozca, que todos los hombres y mujeres del

mundo sepan que son amados por Ti, para que todos sean felices en la tierra y en el

Cielo.