EL ECO DE SU VOZ. Hay un cuento de hace muchos años sobre un muchacho que vivía en un bosque, no tenía amigos ni compañeros porque no había alguien que viviera cerca de su hogar. Un día El chico del Bosque salió para dar un paseo no muy lejos de su casa, por un momento creyó escuchar la voz de otro muchacho allá a lo lejos. El jovencito le gritó -¡Hola! ¡hola!- y la voz le respondió -¡Hola! ¡hola!-. El niño no sabía qué se trataba del eco de su propia voz, cómo no lograba ver a nadie, decidió hacer algo; comenzó a dar gritos de insultos y a vociferar malas palabras, majaderías que eran contestadas imediatamente. El jovencito poco a poco se alejaba buscando quién más se encontraba en el bosque, pero al final decidió regresar a su hogar. Después de un rato, entró a su casa y le contó a su mamá que había un muchacho muy malo, muy mal hablado y grosero oculto en el monte. Y que no comprendía porque había personas con ese comportamiento, si él solo deseaba ser amigos. La madre, que comprendió el caso, le recomiendo que le hablara bondadosamente al muchacho para ver si le le respondía del mismo modo. A la mañana siguiente el jovencito nuevamente salió de su casa e hizo la prueba que le había sugerido su señora madre, y encontró que sus palabras de cariño eran contestadas de la misma manera. El jovencito quedo asombrado, se le dibujo una sonrisa en su cara, al escucharlas amables palabras del supuesto niño escondido en el bosque. Este cuento es bastante ilustrativo para nuestro tiempo. Porque algunos piensan que a su alrededor tienen vecinos demasiado malos y desagradables, ingratos e indiferentes. Suelen preguntarse ¿Cómo es posible que pueda haber personas con un comportamiento irreverente y grosero? Lo que puede ser, es que probablemente la dificultad no esté en los que viven a nuestro alrededor, sino en uno mismo. Hay que tratar a los demás como quisiéramos ser tratados. La Biblia nos enseña mucho sobre el trato hacia nuestros semejantes. La Biblia dice que la blanda palabra aquieta la ira, que seamos prontos para oír y tardos para hablar, que guardemos nuestra lengua del mal. Tratemos a los demás bondadosamente y esperemos que nuestras palabras de cariño sean contestadas del mismo modo. Jesucristo dijo: y como creis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Si ustedes aman a sus prójimos, ellos ande amarlos a ustedes. De autor anónimo, adaptado por David González Mtz. efesiso320@gmail.com