En el enfoque terapéutico, abordar los síntomas sin comprender las causas subyacentes puede ofrecer alivio a corto plazo pero raramente conduce a soluciones duraderas. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, se centra en modificar el comportamiento y el pensamiento automático, es decir, trabaja sobre el efecto. Si bien esto puede ser efectivo para cambiar patrones conductuales y cognitivos inmediatos, a menudo no profundiza en las causas raíz de estos comportamientos y pensamientos. En cambio, un enfoque psicoanalítico busca comprender las motivaciones inconscientes y las causas profundas de nuestros comportamientos y malestares. Esto puede equipararse a intentar agarrar algo que está bajo el agua: ¿Se abalanza uno con fuerza sobre el objeto, o espera y se mueve de acuerdo al flujo y reflujo del agua, entendiendo y anticipando su movimiento? La paciencia y la comprensión del movimiento subyacente permiten una intervención más efectiva y duradera.
Además, es fundamental diferenciar entre buscar el placer como medio para evitar o disminuir el dolor y buscar el placer por sí mismo, como una experiencia autónoma y enriquecedora. Esto último implica desarrollar una capacidad para encontrar satisfacción en actividades que no estén directamente vinculadas a la mitigación del dolor o el malestar, permitiendo que el placer y el dolor existan como entidades separadas y no como extremos de un mismo espectro.
Esta diferenciación está intrínsecamente relacionada con el concepto del ‘movimiento mínimo indispensable’ en psicoanálisis, que sugiere encontrar la menor cantidad de intervención necesaria para provocar un cambio significativo. Al entender y trabajar con las corrientes subyacentes de nuestras motivaciones y malestares, podemos actuar de manera más precisa y efectiva, evitando excesos innecesarios y promoviendo un bienestar duradero.
Dr. D - High Performance Mentoring
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