“Era poderoso en obras y en palabras. Su cuerpo habitaba esta tierra, pero su alma vivía en el cielo”, dice un biógrafo sobre San Antonio de Padua, quien nació en Lisboa en 1195, bajo el nombre de Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio en 1220 cuando entró en la Orden Franciscana. Su formación cultural era elevada, pues aparte de haber realizado estudios teológicos (estudió las Sagradas Escrituras y la teología de algunos doctores de la Iglesia católica) también estudió los clásicos latinos, como Ovidio y Séneca, lo que sin duda influiría en su soberbia capacidad de prédica, que sería calificada de proverbial.