El ser humano encuentra satisfacción
al abrasar la idea de que tiene libre albedrio, de que tiene plena libertad
para escoger.
Las Escrituras son claras al
afirmar que la voluntad humana esta esclavizada por el pecado.
Solo Dios puede habilitar al corazón
humano de manera que el hombre libremente pueda creer o rechazar la proclamación
del Evangelio.
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