Jorge El Tigre Acosta preguntando dónde están sus jefes o Alfredo Astz exhibiendo el libro Volver a matar son dos símbolos de una historia del presente. Mientras cantidad de excelentes películas y series reflejan el funcionamiento judicial norteamericano, en la Argentina está ocurriendo un hecho asombroso, al que poca gente le presta atención: están siendo juzgados más de 400 represores por delitos y violaciones a los derechos humanos cometidos durante la dictadura (además de los 196 ya condenados), en diversos juicios en todo el país que son orales y públicos, de acceso gratuito, y donde querellas, fiscales, abogados, testigos y los propios acusados tienen la oportunidad de decir lo suyo.
Ejercicio impactante para cualquiera que quiera considerarse a sí mismo "ciudadano", estas causas simbolizan no sólo un hecho judicial, sino de memoria, historia, presente, compromiso, democracia, todo surgido de múltiples formas de resistencia de los organismos de derechos humanos. El caso ESMA es emblemático, y se espera conocer sentencia en uno o dos meses. Graciela Daleo, una de las personas secuestrada en ese centro de detención, explica cómo son las causas, cómo vencer el rol de víctima, y qué se siente al tener enfrente a los burócratas de un genocidio.
