La ingratitud puede robarnos la paz y la alegría, pero podemos derrotarla al cultivar un corazón agradecido. Practica la gratitud diaria, evita las comparaciones,
reconoce las pequeñas bendiciones, exprésalo verbalmente y en acción, y medita en la Palabra de Dios. Al hacerlo, vivirás una vida más plena y en sintonía con el amor y las bendiciones de Dios.