El riesgo de ser deslumbrados por el mundo es real y puede tener consecuencias devastadoras en nuestra vida espiritual. No permitamos que los deseos del mundo habiten en nuestro interior. En su lugar, renovemos nuestra mente, busquemos las cosas de arriba y vivamos en el Espíritu. Que nuestra relación con Dios sea firme y nuestra fe inquebrantable, rechazando todo aquello que intenta
desviarnos de Su camino.