La identidad y el propósito en Cristo se revelan a través de una transformación espiritual que renueva nuestra esencia.
Somos templos del Espíritu Santo, dedicados a una vida de santidad y propósito divino. Nuestra unión con Cristo redefine quiénes somos y nuestras aspiraciones, y como pueblo escogido por Dios, tenemos el llamado especial de
proclamar sus maravillas. Estos principios nos inspiran a vivir de manera auténtica y comprometida con el plan divino.