Después de años en el desierto, el pueblo de Israel llega frente a la tierra prometida. Pero la entrada no es automática. El primer obstáculo es Jericó: una ciudad amurallada,cerrada, aparentemente inconquistable.
Dios no les pide atacar. Les pide marchar. En silencio. Durante siete días.
Porque la conquista no depende de fuerza humana, sino de obediencia espiritual.
Este episodio explora cómo los muros de Jericó cayeron por fe, no por estrategia. Y cómo Dios usa lo imposible para revelar Su poder y nuestra dependencia.
Versículo clave:
“Mira, he entregado en tu mano a Jericó, y a su rey con sus valientes guerreros.” — Josué 6:2 (NBLA)