La herencia de Coatlicue.
El secreto que procuraba esconder era que no era normal. Se sentía ajena. Era la mutante a la que se expulsa del rebaño a pedradas, un ser deformado con el mal en su interior.
No podía confiar en sus instintos, en sus caballos, porque representaban el núcleo de su ser, su oscuro lado indio. La consentida, la rancherita que se avergonzaba de su cuerpo, intentaba no mostrar dolor, pero los niños podían leerlo en su rostro. Expuesta a los penetrantes ojos de todos, la parten de la cabeza a la panza. Rajada.
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La boca abierta separaba el corazón de la mente.
Entre los ojos, en su cabeza, estaba la rajadura. El abismo para el que no había puente. Separados, no podían visitarse y cada uno estaba demasiado lejos para oír lo que decía el otro. El silencio se alzaba como un río y no podía ser contenido. Se desbordaba y lo anegaba todo.
Hay muchas estrategias de defensa que el ser utiliza para defenderse de la agonía de sentirse inadecuada y yo las he usado todas.
Me he separado de las partes de mí que otros rechazaron y las he repudiado.
He usado la rabia para alejar a los demás y para protegerme de verme expuesta.
He interiorizado esa rabia y desprecio.
Para escapar a la amenaza de la vergüenza o el miedo, una persona adopta una actividad obligada y repetitiva como para mantenerse ocupada, para distraerse, para mantener alejada a la conciencia. Una adicción es un ritual para ayudarnos en un momento difícil, se convierte en nuestro amuleto. Si pervive más allá del momento en que resultaba útil, nos quedamos colgados en ella y ella toma posesión de nosotros.
Necesitamos que Coatlicué nos relentice para que la psique pueda asimilar las experiencias previas y procesar los cambios. Si no nos tomamos ese tiempo, ella nos postrará por medio de la enfermedad obligándonos a descansar. Ven, ven, culebrita verde, deja que la herida causada por Coatlicue sea curada por Coatlicue. Rompe el manso discurrir de la vida.
Coatlicue da luz a todo y todo lo devora. Ella es el monstruo que se tragó a todos los seres vivientes y los astros, se traga al sol cada tarde y le da luz cada mañana.
Coatlicué es una ruptura de nuestro mundo cotidiano. Como la tierra, se abre y nos traga, sumergiéndonos en el inframundo donde reside el alma, permitiéndonos habitar la oscuridad.
Es el símbolo de los aspectos subterráneos de la psique, el torbellino. Es la montaña, diosa del nacimiento y de la muerte.
Es la encarnación de los procesos cósmicos.
Es la síntesis de la dualidad y una tercera perspectiva.