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Cuando vamos a contratar a alguien, solemos cometer el error de hablar o de negociar el salario hablando en términos de neto, es decir, lo que le que queda limpio al trabajador. Pues bien, si quieres tener una buena organización de tus finanzas, no cometas este error, porque afecta a tu bolsillo. Y afecta en el sentido de que si pactas o negocias un salario en neto, entonces, estás asumiendo tú la retención de IRPF que debe asumir el trabajador como parte de sus obligaciones tributarias. Imaginemos que un trabajador tiene una retención del 7% y luego, por diversas circunstancias relacionadas con su situación familiar, esa retención sube a un 11%. Esto significaría que deberías retener de más al trabajador en su nómina y que, consecuentemente, cobrará de menos en términos de neto, es decir, le queda menos cantidad líquida a percibir. Si eso sucede (que sucede en la realidad), el trabajador no va a entender ni a ver de buen grado que ahora le reduzcas el importe de su salario, porque él en todo caso ha pactado un neto. O bien imaginemos que pactas un neto con un trabajador que le contratas en el mes de octubre, y durante ese primer año, durante los meses que le quedan, no debes practicarle retención, pero (aquí llega la sorpresa) al siguiente año sí debes practicarle retención. ¿Qué sucede?. Su líquido a percibir se ve mermado porque donde antes cobraba una cantidad limpia sin retención de IRPF, ahora ve cómo se le retiene un porcentaje que hace disminuir la cantidad final resultante.

El trabajador, desde el minuto uno que se le contrata, debe ser consciente y conocedor que, al igual que la empresa debe pagar sus impuestos, él también. Y que por ese motivo se le retiene de su nómina un porcentaje que va a Hacienda, y que luego en su declaración de la renta, aparece reflejado como un pago a cuenta. No podemos asumir la carga fiscal nuestra y, además, la de los trabajadores.

Si pactas en bruto, no sólo estás pagando lo justo, sino que te estás ahorrando dinero, planificando mejor tus finanzas y podrás sacar ratios y cálculos más exactos acerca de la rentabilidad de tus empleados. Por ejemplo, si quieres saber a cuánto debes cobrar el precio/hora o si un trabajador cubre o no su coste salarial, para ello, debes tener en cuenta el bruto y no el neto. Y cuando el empresario, acostumbrado a hablar y pactar en neto, hace cuentas de la rentabilidad de un empleado y analiza que no sólo paga un salario líquido y una seguridad social, sino una parte del IRPF del trabajador, en ese momento, se da cuenta de su error. Pues bien, hagamos las cosas bien. Hablemos y pactemos en bruto, y dejemos que cada uno pague los impuestos que le corresponden.