Es como entrenar a un cachorrito
Todo el mundo piensa en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.
LEÓN TOLSTÓI, novelista ruso
Si tu cerebro se parece un poco al mío (propenso a posponer las cosas, se confunde fácilmente y tiende a la distracción), cambiar tu mentalidad puede ser un gran desafío. Me gusta compararlo con entrenar a un cachorrito a hacer sus necesidades fuera de casa.
Lo sacas una y otra vez y le enseñas una realidad diferente, hasta que finalmente se da cuenta y se dice: «Vaya, existe todo un mundo allá afuera. Y es más divertido hacer pipí en los árboles, arbustos y bocas de agua que en las viejas pantuflas de Pam». Tu mente se asombrará ante la belleza disponible cuando centres tu atención en ella. Aparecerá una gran paz. Las grandes ideas se materializarán y se expandirán. Surgirá la dicha.
Lo único que necesitas hacer es dedicar tu mente solo a las cosas que quieres. Si deseas la paz, piensa en la paz. Si quieres amor, piensa en amor. Si quieres unos zapatos Jimmy Choo, piensa en unos Jimmy Choo. No pienses que la paz parece imposible o que el amor parece fugaz o que no tienes dinero suficiente en tu cuenta bancaria como para comprar unos zapatos Jimmy Choo. Mantén tu mente enfocada solamente en aquello que quieres. Y cada vez que el cachorrito empiece a acercarse a esas pantuflas, recógelo del suelo y sácalo a la calle.
En la película Hombre en llamas, Denzel Washington representa a un hombre que había sido agente de las Fuerzas Especiales y se convierte en guardaespaldas de la hija pequeña de un rico empresario mexicano. A pesar de los intentos de Denzel por seguir siendo neutral y no involucrarse, termina convirtiéndose en figura paterna para Pita, haciendo el papel de tutor con las tareas de la escuela y enseñándole a conseguir una plaza en el equipo de natación, una actividad que la niña disfruta más que las clases de piano en que insiste su padre. Durante los entrenamientos de natación, Denzel le pregunta una y otra vez: ¿Te entrenas o no te entrenas? Y Pita responde con euforia: ¡Me entreno!
Te repetiré la misma pregunta: ¿Tu mente se entrena o no se entrena? Y espero que pronto puedas responderme: ¡Se entrena!