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Hablar de heridas no es fácil. Solemos esconderlas, solo nosotros sabemos cuánto pesan, cuánto cansan y cuándo lastiman. Bartimeo grita, se hace escuchar por Jesús, pide compasión ante su dolor existencial. Hemos de aprender de él, haciéndonos escuchar por el Maestro. Sin embargo, no se ha de orar hasta que Dios escuche, sino orar hasta escuchar a Dios.

Todos necesitamos un milagro que nos devuelva la vista auténtica que mira la realidad con fe, con belleza, con esperanza y gracia.  En la Palabra de Dios encontramos la historia del ciego Bartimeo, quien a las orillas del camino, al margen de la vida de la comunidad, seguro pedía limosnas y vivía de ello… este personaje era muy consciente de su herida, conocía el origen de ella: su exclusión y desgracia venían por su ceguera.

Él vuelve a hacer una pregunta mirando la realidad completa con ternura y sabiendo las lastimaduras de cada uno de nosotros: ¿qué quieres que haga por ti? ¿qué necesitas? ¿qué te hace falta? ¿Dónde te duele? ¿qué quieres que haga por ti?

Cierra los ojos y permítele a Dios hablarte.

@peregrino_misionero

fb:Miguel Betancourt