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La miseria del corazón se llora de noche, en el silencio triste, en el aislamiento; es distinto a la soledad del encuentro con uno mismo, del acompañarse afectuosamente encontrando dentro de sí un tesoro valiosísimo. Busquemos la segunda poniendo remedio a la primera.

Jesús, es quien puede sanarnos de la lepra de nuestro aislamiento, de nuestra lepra de apatía e incluso de aburrimiento. Jesús sana la lepra de la indiferencia y es el primero en reestablecer nuestro corazón.

Pasa tiempo contigo, no ocupes el celular para escaparte distrayendo tu mente evadiendo la realidad. Si, ocupa los medios para comunicarte, para relacionarte. No seas un robot anestesiado si no un humano que interactúa, que es capaz de admirarse, de hacerse compañía y de acompañar al otro.

@peregrino_misionero

fb: Miguel Betancourt