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Todo Lector de la Escritura sabe que la primera epístola a los Tesalonicenses habla de la venida de Cristo en términos que imprimen una forma llamativa a su propia venida: “Porque esto os lo decimos en palabras del Señor: Que nosotros los vivientes, los que quedamos hasta el advenimiento del Señor, no llevaremos ventaja alguna a los que durmieron ya: Porque el Señor mismo descenderá del cielo con mandamiento soberano, con voz de arcángel y con trompeta de Dios y a los muertos en Cristo se levantarán primero: luego, nosotros los vivientes, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos a las nubes, al encuentro del Señor. Vosotros espero hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día vosotros os sorprenda como ladrón.” Cap. 4: 15-17; 5: 4.

Sea cual fuere alguna otra interpretación que pueda darse a estos textos, la idea que dejan en la mente de un lector ordinario, es que el autor de la epístola esperaba que el día del juicio llegaría en su propio tiempo o estaría muy cerca. Pues bien, el uso que hago de esta circunstancia es este, que la misma epístola no fue producida en un periodo subsecuente. ¿Habría dado un impostor esta experiencia a San Pablo, después que la experiencia había aprobado que era errónea? o ¿habría puesto en la boca del apóstol, o lo que es la misma cosa, en escritos que se afirmaban venían de su mano, expresiones, que si no necesariamente daban a entender, al menos que podrían ser fácilmente interpretadas como enseñando una opinión que se conocía entonces como fundada en una equivocación? Manifiesto esto como un argumento que da a entender que la epístola fue contemporánea de San Pablo, que es poco menos que mostrar que realmente procedió de su pluma. Porque dudo si alguna falsificación hubiera sido ejecutada durante la vida de la persona cuyo nombre lleva; tampoco había probabilidad de que la situación de la iglesia primitiva originara semejante esfuerzo de fraude