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En el capítulo 14, Jesús había destacado su unión con el Padre y con los suyos (v.20); en el cp. 15, aclara esta unión por medio del ejemplo de una vid y sus pámpanos. De esta manera Jesús no sólo muestra que la unión entre Él y los suyos es una unión estrecha, además muestra que también es una unión necesaria y fructífera. Los discípulos llevarán muchos frutos si permanecen en Él. Sólo a través de Jesús es posible producir frutos. Por eso, Él empieza su discurso con las palabras: "Yo soy la vid verdadera". En el AT a Israel se le identifica como vid o viña (Salmo 80,8-16; Isaías 5,1-7; Jeremías 2,21; Ezequiel 15 y 19). Pero esa viña lamentablemente no produjo buenos frutos de obediencia y reverencia hacia el Señor (cp. Isaías5 y Jeremías 2,21). Jesús, sin embargo, es la única vid que no defrauda, y esto debido a su íntima comunión con el Padre y su absoluta obediencia a Él.